No es imposible tocar la Luna…
Basta con viajar a Washington, en los Estados Unidos para poder hacerlo.
La capital de los Estados Unidos posee un riquísimo patrimonio histórico y cultural de la humanidad. La ciudad está plagada de innumerables lugares importantes, pero lo que sin duda destaca por sobre todos los demás atractivos es el complejo de Museos Smithsonianos que se extienden a lo largo del National Mall. Estos museos albergan maravillas de incalculable valor, donde la historia, la ciencia y el arte confluyen. El Museo Nacional del Aire y el Espacio y el Museo Nacional de Historia Natural son los que destacan en el favoritismo de los visitantes, pero la oferta es más amplia: también se encuentran en esta zona el Museo de Arte Americano, el Museo de Arte Africano, Museo del Indígena Americano, el Museo de la Comunidad de Anacostia, y el Museo Nacional de Arte y Cultura Afroamericana, entre otros. Un detalle para nada menor: la entrada a todos los museos Smithsonianos es totalmente libre y gratuita.
Las joyas del Museo del Aire y el Espacio
Aquí podemos encontrar desde el avión de los hermanos Wright que hizo el primer vuelo de la historia hasta el Bell X-1, el primer avión supersónico. Desde el módulo del Apolo 11, protagonista del primer alunizaje hasta el Spirit of St. Louis de Charles Lindbergh, el primer avión en completar un vuelo sin escalas desde Nueva York a París.
La cápsula del Gémini IV, en la cual Ed White realizó el primer paseo espacial de un astronauta estadounidense, el módulo Mercury Friendship 7, la primera nave estadounidense tripulada en situarse en órbita terrestre, pilotada por el astronauta John Glenn y el traje espacial de Neil Amstrong en su viaje hacia la Luna en 1969, son otras de las increíbles piezas en exhibición que encontramos en este museo.
La Luna al alcance de la mano
Ingresando al museo, a la derecha, apenas pasando el módulo lunar nos encontramos con un pequeño “escritorio” donde una leyenda reza: “Touch a piece of the Moon”. Y decimos pequeño porque uno imagina que para tal pieza debería haber una habitación exclusiva. Pero no. Y allí está, al alcance -literal- de la mano: un trozo triangular de roca lunar, que fuera traída por la misión Apolo 17, la última de las misiones Apolo y la última misión en la que los humanos viajaron y caminaron en la Luna.
De un material áspero al tacto y color oscuro, parece apenas un trozo de plástico negro, pero esa roca nos da la posibilidad de tocar y llegar -aunque sea con el pensamiento-, a un lugar por el que con toda seguridad nunca vamos a caminar…