16 diciembre, 2025
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Patrulleros abandonados y discursos triunfalistas: la seguridad bonaerense entre el marketing y la triste realidad

Opinión

En los últimos días, varias imágenes tomadas en las calles de la ciudad de Quilmes, en la provincia de Buenos Aires, dejaron expuesto un contraste difícil de ignorar: móviles policiales de las Fuerzas Especiales de la UTOI estacionados con neumáticos reventados, sin mantenimiento básico, con golpes visibles, plásticos colgando y hasta vidrios sueltos. Vehículos que, lejos de transmitir presencia estatal, hoy parecen símbolos involuntarios de abandono y de desidia.

Mientras tanto, casi en paralelo, el gobierno provincial difunde comunicados oficiales celebrando la entrega de “40 nuevos patrulleros” y destacando las inversiones millonarias del Fondo de Fortalecimiento de la Seguridad, un programa que —según datos difundidos este año— ya desembolsó miles de millones de pesos para reequipamiento, prevención y patrullaje, supuestamente. Las gacetillas muestran fotos prolijas, funcionarios sonrientes, móviles lustrosos y un relato que promete una Policía más moderna, mejor equipada y más presente.

Pero basta caminar unas cuadras por barrios donde realmente operan estas fuerzas para ver una versión menos glamorosa de la seguridad provincial: camionetas Volkswagen Amarok destinadas a patrullaje especial, abandonadas sobre veredas rotas, con cubiertas desinfladas desde hace semanas, acumulando basura debajo del chasis, o directamente estacionadas junto a contenedores como si fueran chatarra en espera de retiro. No se trata de un caso aislado: las imágenes muestran varias unidades distintas en condiciones deplorables, visibles a simple vista para cualquier vecino.

La contradicción que nadie explica

¿Cómo se entiende semejante contraste entre el discurso oficial y la realidad cotidiana?
El gobierno afirma estar realizando inversiones históricas. Los números que ellos mismos publican hablan de desembolsos multimillonarios. Los actos oficiales muestran patrulleros cero kilómetro recién entregados. Sin embargo, en las calles, buena parte del parque automotor —el que realmente se usa, el que debe recorrer barrios y responder emergencias— parece agotado, deteriorado y sin un programa de mantenimiento adecuado.

No se trata solo de estética. Un móvil con una rueda destruida no puede patrullar. Uno con el espejo arrancado no puede intervenir en persecuciones. Uno sin mantenimiento mecánico pone en riesgo la vida de los propios policías y, por extensión, la de los ciudadanos que dependen de ellos.

El abandono del mantenimiento preventivo es, quizás, uno de los problemas menos visibles pero más graves de cualquier fuerza de seguridad. Comprar patrulleros nuevos sirve para la foto y el anuncio; mantener los que ya existen sirve para la seguridad real. Y hoy, en la provincia, la balanza parece demasiado inclinada hacia el primer objetivo: simplemente figurar, “pan y circo”.

La política del autobombo

La estrategia de comunicación es clara: mostrar, anunciar, inaugurar. El gobierno necesita transmitir gestión y dinamismo, y la seguridad es un terreno fértil para eso. Pero cuando el marketing se despega demasiado del territorio, la brecha se vuelve evidente.

Que un móvil policial pueda quedar días enteros con el neumático destruido en plena vía pública sin que nadie lo retire ni lo repare habla de una cadena de responsabilidades rota: desde la logística interna hasta la supervisión operativa. Y eso ocurre mientras los comunicados oficiales enumeran compras, inversiones y supuestos “refuerzos” estratégicos.

Es llamativo: cuesta menos reparar una cubierta que organizar un acto oficial, pero lo segundo parece tener mayor prioridad para el Gobierno provincial.

El vecino como testigo involuntario

En definitiva, la ciudadanía es quien ve el verdadero estado de los móviles policiales, y quien sufre su ausencia. No los que se presentan en una plaza céntrica en un acto cuidadosamente montado, sino los que pasan —o deberían pasar— por su cuadra. Y cuando un vecino observa un patrullero semidestruido, inmóvil y desatendido durante días, la sensación de falta de control, descuido y abandono se multiplica. Y es ahí también donde la inseguridad gana las calles.

La seguridad no se construye solo con presupuesto: se construye con gestión eficiente y con una presencia policial que funcione en la práctica, no solo en los anuncios.

El gobernador de la Provincia muestra con orgullo cada patrullero nuevo que supuestamente se incorpora. Inclusive muchas veces se han visto fotos de los mismos patrulleros “entregados” en actos oficiales en diferentes localidades. Pero las imágenes de estos móviles deteriorados, sucios y sin mantenimiento cuentan otra historia: la de un sistema que recibe recursos pero no los administra con la eficiencia que la seguridad ciudadana exige. Dónde va a parar entonces el dinero de esas supuestas inversiones, nadie lo sabe.

Lo único seguro es que no hay seguridad

Entre los comunicados oficiales que celebran con bombos y platillos inversiones millonarias y las imágenes de patrulleros abandonados y deteriorados, asoma una realidad incómoda: la brecha entre lo que se anuncia y lo que realmente sucede en las calles. Y mientras esa brecha siga creciendo, ninguna entrega de móviles nuevos alcanzará para fortalecer la seguridad de verdad.

Porque la seguridad no se mide en actos oficiales, sino en patrulleros en funcionamiento. Y, a juzgar por lo que muestran las calles de la provincia, ahí es donde la gestión está fallando y donde los vecinos quedan abandonados, precisamente por la ineptitud del Gobierno provincial.

Gustavo D’Onofrio

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