¿Hasta cuándo?
Viajar en transporte público de larga distancia en Argentina es un Vía Crucis
Son las 13 horas, del viernes 6 de marzo, un día soleado en la localidad de Lincoln, provincia de Buenos Aires. El escenario de la terminal de ómnibus toma un ambiente de ansiedad entre los pasajeros que aguardan el servicio de la empresa Pullman General Belgrano de las 13:15. Las miradas todas hacia la calle desde donde debe llegar el micro. Faltan unos pocos minutos.
13:15: Los rostros comienzan a molestarse, aparecen soplidos y algunas palabras quejosas. El micro aún sigue sin aparecer. Desde las oficinas el silencio es de radio. Algunas de las “victimas” del sistema de transporte comienzan a impacientarse y se acercan al único empleado de la empresa. El joven, con mucho respeto y resignado, no cuenta con información fidedigna y en su cara se vislumbra un “no tengo idea por qué no viene.”
El calor de la tarde linqueña hace más insoportable la espera. Ya son las 14 horas y el micro sin aparecer. Quince minutos después llega la información: la unidad quedó averiada en la localidad de Ameghino. Hay que esperar el servicio de las 15 horas aproximadamente, dado que también viene atrasado, simplemente porque viene recargado por los pasajeros del micro anterior.
15:45: Llega el Pullman. Los pasajeros se abalanzan sobre la puerta de ingreso, pero una voz los ataja: “Pasajeros de las 15:30 primero, el resto veremos.” La indignación se transforma en las caras de ellos. Suben un par del horario correspondiente, el resto reza por obtener un lugar.
Por suerte, suben todos. Hasta Junín fue todo bien, luego entre las ciudades del recorrido -Chacabuco, Luján, Liniers-, hubo tramos donde varios pasajeros debieron viajar de pie.
Sin dudas, una falta de respeto. La ausencia de inversiones está presente, y la duda permanente del pasajero es si llegará felizmente a su destino. Por otra parte, los choferes, también son víctimas de un empresariado inescrupuloso al que poco le importa la vida, pero sí los subsidios. Ellos (los conductores) deben cuidar su puesto, dado que si lo pierden, detrás hay cientos por ocuparlos.
“Hasta cuándo” es la pregunta. No solamente es la demora, también cuenta la seguridad, esta cada día mas presente en las rutas argentinas.
¿Hasta cuándo?
En diciembre, desde la Asociación Argentina de Empresarios del Transporte Automotor anunciaban que el sector se encuentra en una situación crítica, y peor que hace cuatro años. Advirtieron que necesitarían invertir sesenta millones de pesos para la renovación de al menos de la mitad de la flota, de lo contrario podría colapsar.
Si bien las erogaciones que se necesitan para sostener el sistema en el país son altas, la culpa nunca fue de los pasajeros, las políticas destructivas instaladas desde hace décadas solo sirvieron para enriquecer al empresariado, que hoy solo atina a reclamar más subsidios.
Argentina en el transporte tiene una deuda muy grande, la culpa es de los gobernantes, la víctima es el pueblo.
Mientras tanto, solamente nos queda seguir preguntándonos: ¿Hasta cuándo?
© Mario Bratuz